Faro Roncali, donde se pone el sol en el extremo occidental de Cuba
El Faro Roncali es una de esas tantas maravillas arquitectónicas que el visitante puede encontrar en Cuba; un ingenio de la ciencia con más de siglo y medio de existencia. Es una obra con una historia centenaria encargada de transmitir mensajes luminosos, de gran utilidad para garantizar una travesía sin peligro para quienes prefieren acceder a los destinos de la isla por vía marítima.
Se encuentra ubicada en el Cabo de San Antonio, en la península de Guanahacabibes, y señala el punto más occidental del archipiélago cubano, en una zona considerada como el último refugio de los aborígenes en la época de la colonización española.
Se yergue sobre el nivel de la tierra a 33 metros de altura; forma parte de los 17 faros que se mantienen activos y vigilantes en la Mayor de las Antillas y guía con sus destellos de luz a miles de naves que transitan por las aguas del Mar Caribe y el Golfo de México, próximas a la isla.
Tácitamente a las puertas de la península de Yucatán, el Faro Roncali se distingue, entre numerosas virtudes, por de ser una especie de monumento de beneficio universal capaz de llevar la señal al navegante a 18 millas. Con una frecuencia de dos destellos cada 10 segundos gracias a una singular torre cónica de albañilería. Afirman quienes han navegado en tiempos tormentosos por la zona que aun así puede recibir el mensaje de ese ingenio del hombre hasta 10 millas.
Es una instalación digna de apreciar con su torre de sillería, dividida en su interior en cinco habitaciones. Como consecuencia de una labor esmerada de las brigadas de mantenimiento sus estructuras se encuentran perfectamente conservadas. Su nombre honra al capitán general Federico Roncali, quien tras la propuesta de la Junta de Fomento ordenó su construcción, aunque sólo cinco años después de elaborado el proyecto.
Cuanta la historia que un grupo de especialistas encabezado por el teniente coronel José Pérez Malo, inició la construcción de la farola en la segunda mitad del siglo XIX, entre 1847 y 1850. También participaron esclavos, la mayoría contratados a sus dueños y unos culíes chinos, castigados por su desobediencia.
Exploraciones arqueológicas aportan que la construcción de aquella mole de piedra caliza coronada duró muchos meses de agotadoras jornadas de trabajo dada la compleja topografía del terreno. A partir de 1850 comenzó a levantarse asimismo en la propia instalación la casa del torrero, que quedaría terminada con la propia inauguración de la majestuosa obra de orientación de los navegantes, hecho que ocurrió el 15 de septiembre de 1850.
A ese inhóspito sitio de la geografía cubana, mudo testigo de naufragios y de las acciones de corsarios y piratas por el Mar Caribe, solo se podía acceder por mar o a pie por caminos intransitables y peligrosos. Por ese motivo los torreros y la guarnición no tenían otra alternativa que trasladarse al lugar en embarcaciones.
No es hasta la década del 70 del pasado siglo que se ejecutó una carretera y toda una comunidad destinada a las familias carboneras de Los Cayuelos. Pero recientemente fue oficialmente inaugurada una vía de 63,3 kilómetros con todas las condiciones que permite acceso al Cabo de San Antonio. Toda esa región deviene uno de los más atractivos destinos turísticos de la Perla de las Antillas, con paisajes de singular belleza, respaldados por la biodiversidad vegetal de la Península de Guanacahabibes, distinguida por la UNESCO en 1987, como Reserva Mundial de la Biosfera. Posee una vista privilegiada desde la torre del Faro Roncali, ultimo sitio de la isla desde donde se divisa el infinito juntándose con el cielo y el sol en su caída en el mar y desapareciendo con la oscuridad de la noche. Aquí termina Cuba y comienzan el Estrecho de Yucatán y el Golfo de México.
Autor: Lázaro David Najarro Pujol
Publicado: Febrero 10, 2010